Invisible

El fondo del pozo es ese momento en el que te vuelves invisible. Ya no existes. No eres nada para nadie, ni siquiera para tí misma. Es un sentimiento aterrador del que te das cuenta una mañana al levantarte. Es como si siempre te rodeara el silencio, no haces ruido y tampoco escuchas hablar a tu voluntad o a tu conciencia. Eres un recipiente vacío, una muñeca inerte, eres, como vulgarmente se dice, un pedazo de carne con ojos que se mueve de manera mecánica.

Cuando él no estaba, yo me pasaba las horas muertas tumbada en la cama, mirando la televisión fumando y bebiendo café. Apenas respondía el teléfono excepto si era alguien de mi familia, para no preocuparles. De vez en cuando, me levantaba para asomarme a la ventana y esperar a verle llegar. A ratos, me metía entre las mantas y permanecía quieta e inmóvil, en silencio. Era como si no supiera qué hacer si él no estaba conmigo.

Aunque las cosas tampoco cambiaban demasiado si él estaba cerca, porque sólo actuaba si él me lo ordenaba. Me duchaba cuando él me lo decía, incluso comía cuando él me daba permiso. Yo me callaba y cumplía todo lo que me decía de una manera mecánica, ya se me habían terminado las ganas de luchar y defenderme. Me sentía atenazada frente a él, con temor a cometer cualquier equivocación y a disgustarle; había decidido obedecer ciegamente porque así, él no se enfadaría conmigo y le agradaría en todo momento.

No consigo explicar del todo ese sentimiento. No es sentirse ninguneada ni menospreciada, ni siquiera anulada, es sentir sencillamente que no eres nada ni nadie. No tienes voluntad, no tienes alegría, ni carácter, eres como una muñeca. Cuando eres consciente de esta situación, sientes un pánico vertiginoso, y ese mismo pánico te impide actuar y hacer algo, porque piensas: "no soy nada, no puedo hacer nada". Es una certeza que de repente se materializa ante tí y te sientes impotente.

Pero sí es posible la recuperación, aunque es costosísima y dolorosa. El primer paso, obviamente, es separarte de la persona que te hace sentirte así. Los primeros días son horribles, le echas de menos, te arrepientes, no sabes qué hacer ni qué decir... Comienza un proceso largo y complicado, porque debes reconstruirte desde la nada. Tienes que bucear en tu interior y buscarte a tí misma, que aunque no lo creas, sigues por ahí, agazapada y temblando, pero sigues ahí. Si tienes la suerte de contar con gente que te quiere, todo será más sencillo porque ellos te irán recordando poco a poco quién eres; si estás sola, como era mi caso, tienes que avanzar como sea y a marchas forzadas, aunque sea porque tu familia no note nada.

No esperes resultados rápidos. Tendrás momentos de tristeza y de inseguridad, en los que no te reconozcas y creas que eres un producto falso, que te perdiste para siempre y que no puedes enraizarte en tí misma, pero debes superar esos momentos. Muy poco a poco verás avances, por medio de pequeñas tomas de decisiones sobre tí misma. El retomar el control sobre tu propia vida será un gran paso: volver a trabajar, cambiar tu estilo de vestir o el simple hecho de poder decidir si sales a dar un paseo o te quedas en casa. Todo eso son pequeños avances que haces hacia tí misma, hasta volver a ser aquella que una vez fuiste.

No desesperes. Aún a día de hoy, en el que ya han pasado más de tres años que me separé de él, todavía tengo días en los que vuelvo a sentir ese vértigo ante el vacío que veo a veces bajo mis pies. Muchas veces me encuentro a mí misma presa del pánico que me paralizaba y llena de miedo por no reconocerme y creer que me estoy inventando, pero siempre me repito que cada día me acerco un poco más a mí misma. Es cuestión de tener paciencia y agarrarse al cariño y al aprecio que recibes de quienes te rodean. Ellos son lo mejor a lo que puedes agarrarte, porque te ayudarán a encontrarte de nuevo.

La primera ruptura

Casi siempre hay una ruptura, que yo asimilo al borde del precipicio. Es casi la última oportunidad que se te da para escapar, es el último toque de atención de que las cosas no van bien. El problema está en que se suele desaprovechar, y en vez de servir para reflexionar, para meditar y para tomar una decisión, sirve para crear más ansiedad y dependencia, al tiempo que es un golpe para la autoestima, venga de quien venga la ruptura.

En mi caso, la primera ruptura fue decisión mía. Habíamos pasado una noche bastante mala, ya que en la discoteca él se había dedicado a perseguir a todas las chicas que veía mientras yo me quedaba con sus amigos, rabiando como una idiota. Cuando llegamos a casa, tuvimos una sesión de sexo bastante decepcionante para mí, ya que él había bebido bastante y no se lució demasiado. Por supuesto, acto seguido me dio la espalda y se dispuso a dormir, y entonces yo le dije que ya no quería seguir siendo su pareja, pero que podíamos vernos de vez en cuando si él lo único que quería era cama.

Él no pareció demasiado afectado y me dijo que por él de acuerdo, pero que no quería que me acostase con nadie más, porque entonces no le volvería a ver. "Pero si no somos pareja, yo puedo estar con quien me dé la gana y tú también", le respondí yo, pero él se puso inflexible. Me pareció algo tan machista y tan egoista que le dije que entonces mejor no volvíamos a vernos. Me vestí y me largué.

Ya mientras bajaba las escaleras iba medio arrepintiéndome de mi decisión y esperando a que él me llamara en cualquier momento, pidiéndome que volviera. Llegué a la calle y no había noticias de él, así que me preparé para pasar el día siguiente con mis amigas, contándoles lo ocurrido y llorando un rato. Pero al girar la esquina, topé con su hermano y su novia, que me preguntaron dónde iba. Les dije lo que había pasado y me convencieron (sin demasiada dificultad) para que subiera y hablase con él, diciéndome que las cosas había que hablarlas, bla, bla, bla.

Cuando entré de nuevo en el piso, fui al dormitorio y le encontré durmiendo, sin un ápice de preocupación por mi marcha. Ése fue el momento clave en el que tendría que haberme dado cuenta de que yo no le importaba lo más mínimo... Me metí de nuevo en la cama y se despertó, no demasiado sorprendido de verme allí. Sin decirme nada, me abrazó y me besó, y yo simplemente me rendí, creyendo como siempre que me quería y que el orgullo le había hecho no llamarme. En esa época yo era muy buena contándome historias a mí misma...

Cuando tú decides romper la relación o te lo planteas, es porque algo no va bien y hay que examinarlo. En aquel momento, yo no había recibido ningún golpe todavía, pero era obvio que yo no le interesaba más allá que como una posesión siempre dispuesta a cumplir sus deseos, poco menos que una esclava o una sirvienta. Sin embargo, yo preferí mantener la venda sobre mis ojos e intentar convencerme de que sí me quería y disculparle de todas las formas posibles.

Y otro gran error que cometí fue no contarle a mis amigas lo que había sucedido esa noche. Quizá ellas me hubiera hecho ver las cosas de otra manera... o no, quién sabe. Pero ahora ya es tarde para planteárselo. En cualquier caso, vuelvo a repetir: cuéntalo todo, a quien sea, pero busca siempre otros puntos de vista, porque te pueden salvar incluso la vida.

Un poco de música

Vamos a relajarnos, a beber un poco de agua y a coger aire para seguir con la historia...

Hoy os traigo dos canciones de Maná y Amaral, con las palabras que toda persona maltratada debería escuchar de alguien que la apreciase.


Videos tu.tv


MANA - ANGEL DE AMOR

Quién te cortó las alas mi ángel,
quién te arrancó los sueños hoy,
quién te arrodilló para humillarte
y quién enjauló tu alma, amor.

Déjame curarte, vida,
déjame darte todo mi amor.

Ángel , ángel, ángel te doy mi amor,
no te abandones,
no te derrumbes amor.

Quien ató tus manos, ató el deseo,
quien mató tu risa, mató tu Dios,
quien sangró tus labios y tu credo,
por qué lo permitiste, ángel de amor.

Déjame curarte, vida,
déjame darte todo mi amor.

Ángel , ángel, ángel de amor,
no te abandones,
no te derrumbes amor.
Ángel , ángel, ángel de amor,
abre tus alas,
deja tus sueños volar.

Ángel, somos arena y mar,
no te abandones,
no te derrumbes, amor.

Ángel , ángel, ángel te doy mi amor,
abre tus alas,
deja tus sueños volar.

Ángel de amor,
pero mi amor ya nunca te derrumbes.
Ángel de amor,
pero mi amor ya nunca te derrumbes.


Amaral - Salir Corriendo

Fran °o° | Vídeo MySpace



AMARAL - SALIR CORRIENDO


Nadie puede guardar toda el agua del mar
en un vaso de cristal,
cuantas gotas tienes que dejar caer
hasta ver la marea crecer,
cuantas veces te ha hecho sonreir
esta no es manera de vivir,
cuantas lágrimas puedes guardar
en tu vaso de cristal

si tienes miedo
si estas sufriendo
tienes que gritar y salir
salir corriendo

Cuantos golpes dan las olas
a lo largo de un dia en las rocas,
cuantos peces tienes que pescar
para hacer un desierto del fondo del mar,
cuantas veces te ha hecho callar
cuanto tiempo crees que aguantaras,
cuantas lágrimas vas a guardar
en tu vaso de cristal

Disimulando

¿Qué es en lo que se piensa ante la frialdad de ocultar las marcas de golpes, arañazos o mordiscos frente al espejo? Debería ser un momento ideal para que se abran los ojos, al contemplar en nuestro propio cuerpo los estragos del maltrato, las marcas de aquel que nos está amargando la vida, pero no es así... Llega a convertirse en una rutina ir a la cocina a por hielo, buscar maquillaje de tu tono de piel, poner excusas para no salir de casa...

Una ocasión, en agosto, amanecí con los brazos amoratados por completo. Tenía que irme a trabajar y no me daba tiempo a idear algo, así que me fui tal cual al tren. Mientras viajaba hacia mi lugar de trabajo, me fijé en que la gente me miraba de reojo. Recuerdo especialmente la mirada de una mujer, que estaba prácticamente escandalizada mientras recorría uno por uno los moratones. Todas y cada una de las personas que estaban allí, miraban mis golpes y después me miraban a la cara, y yo retiraba la mirada hacia la ventana, avergonzada.

Cuando llegué a la estación, me dije a mí misma que no podía ir a trabajar así: empezarían las preguntas y los rumores; además, trabajo cara al público y me daba mucha vergüenza que los clientes me vieran así. Entré en una tienda de ropa que me pillaba de camino; sólo tenían camisetas de verano así que me acerqué a la dependienta y le pregunté si tenían camisetas de manga larga. La chica enseguida me miró a los brazos y enarcó las cejas con un gesto de sorpresa. Sentí que me ruborizaba y tragué saliva mientras ella se iba al almacén, regresando con una camiseta de manga larga pasada de temporada. La pagué, me la puse allí mismo y me fui a trabajar. Huelga decir las miradas y comentarios de la gente que me veía con manga larga a 40 grados...

Cuando pienso en este día, me pregunto a mí misma cómo funciona ese mecanismo de la mente que lleva a aceptar este tipo de situaciones como normales, qué circunstancias se reúnen e interactúan para tolerar la vergüenza y la humillación, las miradas de los demás, y volver por la noche a casa junto a la persona que ha provocado que pases un día tan incómodo. Creo que a pesar de haberlo vivido, nunca me explicaré por qué asumí aquel tipo de cosas, igual que lo de ponerme hielo en los mordiscos que me daba en los labios cuando yo me confiaba pensando que iba a besarme...

Insisto una vez más: eso NO es amor... aunque yo pensaba que sí.

El alcohol

No es igual un alcohólico que un borracho. No es lo mismo alguien que tiene realmente una enfermedad con síntomas incluso físicos que el que sale los fines de semana y se pone hasta las cejas porque cree que es el único modo de divertirse. Me niego a comparar a las personas que he conocido con problemas de alcoholismo con cuatro energúmenos que beben de más para envalentonarse.

Odio que la gente se oculte tras la palabra "alcoholismo" y odio que muchos maltratadores se excusen bajo este pretexto, cuando en ocasiones no tienen ninguna dependencia respecto al alcohol. Odio que el alcohol sea lo que usan muchas personas maltratadas para disculpar el comportamiento de su agresor y odio que las personas que realizan actos violentos culpen de ello a la bebida.

No todos los maltratadores beben, ni todos los alcohólicos maltratan.

En mi caso, mi pareja sí que bebía, y mucho, pero no era alcohólico. Simplemente y en palabras suyas, los hombres tienen que beber mucho y aguantar sin caerse al suelo. Yo también le disculpaba y me decía a mí misma que tenía que comprenderle, que estaba toda la semana trabajando y que le apetecía divertirse y tomarse algo con los amigos... aun cuando las consecuencias fuesen nefastas para mí, claro...

Cuando aparecía bebido, nunca sabía qué era lo que iba a pasar, se volvía completamente impredecible. Por lo general, solía recibirme con un golpe, que podía variar desde un empujón que me tiraba al sofá hasta un puñetazo en la mandíbula o una patada donde mejor le viniese. Ni me saludaba. Después, me pedía que le diese algo de comida o que le trajese más cerveza. Si me negaba a cualquiera de las dos cosas, me echaba al descansillo. En una ocasión, no había más alcohol en casa así que, a pesar de que eran las dos de la madrugada, me dio 10 euros y me echó a la calle, diciéndome que no volviera sin cerveza o whisky. Estuve durante una hora recorriéndome media ciudad, buscando locales de chinos abiertos, pero no encontré nada. Volví y llamé al telefonillo para que me abriera, porque obviamente no tenía las llaves, y me dijo que no pensaba abrir si no traía alcohol; después reflexionó y dijo: "Vale, entonces sube que te voy a pegar". Yo subí, pensando que no cumpliría su promesa, pero sí que lo hizo.

Este tipo de situaciones me llevaron a beber a mí también, ya que era la mejor manera que encontré para soportarlo. Por supuesto, creo que no hace falta que diga que nunca me planteé dejarle. Cuando se acercaba el momento de que llegara a casa, yo empezaba a beber y a beber, por lo que muchas veces nos encontrábamos los dos hasta arriba de alcohol. Las situaciones, entonces, eran mucho más violentas, porque yo me envalentonaba, le provocaba y le insultaba a gritos, dándome igual si me mataba o no. Reaccionaba a sus golpes con más golpes y al final, era peor el remedio que la enfermedad, porque además acabábamos en la cama, practicando un sexo repleto de violencia y humillaciones que aún hace que se me llenen los ojos de lágrimas de vergüenza.

Desde entonces, no soporto las situaciones en las que el alcohol es quien domina y siento adversión hacia la gente bebida.

Los celos

La cantidad de los celos no tiene nada que ver con la calidad del amor. No es celoso porque te quiere. No te impide ver a tus amigos porque te quiere. No te deja vestirte como quieres porque te quiere. No te prohibe salir sin él porque te quiere. Eso no es amor.

Lo hace para controlarte, para dominarte, porque no soporta que tengas una vida más allá de él. Quiere sentirse único, quiere meterte en su puño y manejarte como quiera, porque así se siente poderoso y se infla su ego.

El hombre que te ama quiere que seas feliz, quiere conocer a tus amigos y llevarse bien con ellos, le encanta que te pongas guapa y te sientas bien contigo misma y deja que seas libre y entres y salgas cuando quieras. El amor NUNCA te hará sentir mal.

Mi caso era problemático. Al principio, no vivíamos juntos y él trabajaba fuera los fines de semana, así que los celos se lo comían. Yo solía ir los viernes a su casa a esperarle para pasar el fin de semana juntos; allí estaba la novia de su hermano y solíamos charlar y tomar algo mientras les esperábamos. En una ocasión, su hermano entró corriendo en la casa y me advirtió de que me encerrara en la habitación. Yo no sabía lo que pasaba hasta que me dijo: "¡Métete ahí que te quiere matar!". Obedecí, muerta de nervios, y entonces le escuché entrar a la casa, llamándome a gritos. Oí un par de golpes y a su hermano y a un par de amigos instándole a calmarse. Yo estaba temblando, sentada en la cama, sin saber qué hacer. Por fin, se lo llevaron de la casa y la novia de su hermano me dijo que ya podía salir. Por lo visto, alguien le había dicho que me había visto con otro durante la semana.

Al cabo de una hora, volvieron a la casa. Él parecía estar más tranquilo y me saludó como si no hubiera pasado nada... hasta que nos quedamos solos en el dormitorio. Cogió mi móvil y empezó a rebuscar en mis registros, con tan mala suerte que tenía un par de llamadas de dos amigos míos. Me insultó, me llamó puta y me arrojó el móvil a la cara, diciéndome que me estaba aprovechando de él, que sólo le quería para que me pagara copas y tabaco los fines de semana. Intenté explicarle que le habían engañado, que yo no estaba con otro, pero no atendía a razones. Comenzó a desabrocharse los vaqueros y me instó a que me tumbara en la cama. Yo no tenía ganas de acostarme con él pero sabía que si me negaba, le serviría de excusa para seguir acusándome de infiel, así que obedecí sin rechistar.

Pero no me sirvió de nada. Yo apenas me movía, me mantenía quieta y le dejaba hacer, así que él dijo que yo no tenía ganas porque ya venía "follada" de otro lado. Le dije que no, que si me gritaba a mí se me quitaban las ganas, y me puse a llorar, lo cual le terminó de cabrear más. Aumentó la intensidad y la violencia de sus movimientos, diciendo que ésa era la única manera de que siempre le recordara, y que así no me quedarían ganas de irme con otro. Aguanté sin quejarme y reprimiendo las lágrimas para que no se enfadara más y cuando terminó, me empujó al suelo, haciéndome dormir sobre las baldosas. Esto se convertiría en costumbre.

¿Me quería?

Mirar hacia otro lado

Últimamente han aparecido en las noticias historias de personas que han presenciado una situación de maltrato y han intervenido, saliendo malparados; el caso más mediático ha sido el del profesor Neira, quien ha estado hospitalizado durante meses a causa de un fuerte puñetazo que recibió al defender a una mujer. Esta reacción, la de defender a una mujer que está siendo agredida por su compañero sentimental, nos parece normal y razonable, y hay quien ha protestado porque al profesor Neira se le conceda una medalla al mérito ciudadano. Bien, es obvio que no voy a entrar en polémicas y debates acerca de este señor, pero sí voy a decir que no es exagerado considerar a las personas que se enfrentan a un agresor casi como héroes, porque desgraciadamente, no es lo normal.

Un sábado como otros tantos, yo había quedado con mi novio para ir a casa de unos amigos y después a bailar. Mientras me estaba arreglando en casa, él me llamó, con voz de haber estado bebiendo de más, y me exigió que me pusiese un determinado vestido. Quería presumir de novia delante de sus amigos. Yo, sintiéndome halagada, le hice caso, y un rato después, salía a la calle a encontrarme con él.

Tardó más de una hora en aparecer... Primero vino su hermano con su novia, y a la hora, llegó él con un amigo, evidentemente muy bebido. Lo primero que hizo fue meterme mano en mitad de la calle y tuve que frenarle; después, subimos a casa de sus amigos, donde estuvo escandalizando a todos por el trato que me dio, poco menos que el que un carnicero da a un pedazo de carne. Cuando se cansó, se dedicó a flirtear con otras chicas que había en la casa, con el consiguiente enfado de sus novios y el mío propio.

Tras un par de horas bastante incómodas, nos fuimos con un grupo de gente y nos dirigimos a una discoteca. A esas alturas, no podía calcular cuánto alcohol llevaba él en el cuerpo y era incontrolable. Intenté animarme con la música, tomé una copa y procuré divertirme, hasta que le ví besarse con otra chica. En ese momento, la sangre se me heló en las venas y quise marcharme, pero dos de sus amigos me detuvieron y me llevaron frente a él, que sonreía burlón mientras seguía flirteando con la chica. Mi reacción fue abofetearle y la suya, devolverme el golpe. Me cogió del brazo y dijo: "Vámonos fuera, que te voy a pegar". No sé dónde se metieron entonces sus amigos ni la chica.

Me sacó a trompicones de la discoteca y hubo quien nos miró mal porque le habíamos empujado... A la salida, miré a los "puertas" suplicándoles ayuda pero desviaron la mirada, igual que el resto de la gente que estaba por allí en la calle. En plena calle y delante de la gente que esperaba para entrar, me dio dos bofetones, y cogiéndome del brazo de nuevo, me hizo entrar en la discoteca. Todo el mundo miró, pero nadie hizo ni dijo nada.

Una vez dentro de la discoteca, me llevó hasta la barra y le pidió al camarero un cubata de whisky con Red Bull. Yo estaba llorando y la boca se me estaba empezando a hinchar; el camarero me miró pero no dijo nada; sirvió la copa y se largó a la otra punta de la barra. Entonces, él me obligó a beberme el cubata, presionando el vaso frío contra mis labios para que no se hincharan. Yo no quería pero ya no estaba en condiciones de negarme a nada. Cuando lo terminé en apenas tres tragos, el pidió otro y luego otro, obligándome a beber, diciendo: "Esta noche tengo ganas de follar y quiero que me dejes". Y el plan le salió bien.

Con esto quiero decir que no se nos llene la boca de hablar de lo que yo haría o lo que dejaría de hacer... porque mi experiencia es que la gente no se moja, la gente no quiere problemas... Nunca he tenido la ayuda de nadie en este tema y tuve que salir yo sola, por eso valoro el acto de la persona que se atreve a intervenir en una situación de maltrato o que simplemente, haga una llamada a la policía.

No seamos egoistas y ayudemos a quien está siendo víctima de maltrato. Nunca sabes cuándo puede tocarte a tí o a alguien de tu entorno, y aunque éste no sea un argumento del todo válido, que al menos sirva para hacer recapacitar a quien lea esto. Nadie va a meterse en un lío por llamar a la policía si la vecina del piso de arriba grita y llora pidiendo auxilio, y quizá, se pueda salvar su vida...

¿Cuántas veces entrevistan a los vecinos de una mujer asesinada por su pareja y dicen aquello de: "sí, se escuchaban golpes y gritos de vez en cuando"? ¿Y por qué nadie llamó nunca a la policía? ¿Cuántas vidas podrían haberse salvado con una sola llamada de teléfono?

No seamos hipócritas.

Habla, cuenta, comparte

Siempre hay que hablar de estas situaciones con alguien, aunque parezcan tonterías. En el primer momento en el que algo no marche, en cuanto una actitud de él no sea la de siempre, en cuanto te haga sentir mal... cuéntaselo a alguien. No hace falta que sea ni siquiera alguien cercano, ni que dés demasiados detalles. Háblalo, cuéntalo, aunque sea de forma anónima a través de Internet o en algún teléfono gratuito de ayuda. Nunca te calles, nunca... porque si te aislas, si te quedas sola, entonces las cosas se van a complicar mucho.

Yo no tuve demasiada suerte. Dos o tres días después de aquel primer bofetón, llamé por teléfono a una de mis mejores amigas (la que estaba conmigo la noche que le conocí) y le dije entre lágrimas lo que había pasado. Ella me dijo que le denunciaría y yo le pedí que no hiciera nada de eso, que no quería que se enterase nadie. Entonces dijo que llamaría a mi casa y se lo contaría a mis padres, y le supliqué que tampoco lo hiciera, que por nada del mundo quería que mis padres y mi familia se enterasen de lo que había pasado. "Tienes que dejarle", respondió. "No quiero dejarle, me ha pedido perdón y me ha dicho que no se va a volver a repetir", contesté yo. "Pues entonces será mejor que no sigamos siendo amigas, como ciudadana no puedo ser espectadora de algo así" y me retiró su amistad para siempre, logrando incluso apartar al resto de las chicas del grupo de mi lado. Me quedé sola. Aún me pregunto qué idea de "ciudadana" tenía en la cabeza...

En cuanto a los amigos de él, que en ocasiones fueron testigos de muchas situaciones de maltrato, nunca fueron más allá de llamarle la atención con bastante tibieza y no siempre. Incluso cuando yo quería irme de la casa o del lugar en el que estuviéramos, me convencían de que no lo hiciera y de que me quedase a su lado. Su hermano me llamaba "tonta" constantemente por aguantar y ceder, pero siempre me decía que no le dejase. Con lo cual, sin nadie a mi alrededor que me apoyara y con todo su entorno prácticamente en mi contra, me ví absolutamente atrapada en aquella situación. Estoy convencida de que si tan sólo alguien hubiese tirado de mí, habría conseguido escaparme mucho antes...

Por eso insisto: si la gente no te cree, o piensa que exageras, o no quieres hacer daño a tus seres queridos, busca cualquier otra persona, no tengas miedo de pedir ayuda, porque podrías estar salvando tu vida. Yo tuve suerte pero otras no la han tenido. Una persona maltratada nunca debe sentirse sola, porque entonces, está completamente en las manos de quien la maltrata.

Si eres maltratada, cuéntalo, y si una persona maltratada habla contigo, apóyala y ayúdala.

Un tipo encantador

Normalmente son así: encantadores, amables, simpáticos... a veces también son tiernos y dulces. Muchos se muestran necesitados de cariño, otros, en cambio, son ese torrente de alegría que necesitas cuando estás en un mal momento. En ocasiones, su aparición está llena de romanticismo y sientes que por fin ha llegado a tu vida ÉL.

En mi caso, decidió aparecer una noche de fiesta, el 1 de mayo, en la que me encontraba en una discoteca con mis amigas celebrando que nos había tocado un pellizco en la lotería. Habíamos estado tomando algo, cenando y finalmente habíamos acabado en una discoteca. Hacía exactamente tres meses que yo había salido de mi última relación y comenzaba a remontar. La verdad era que me estaba divirtiendo mucho; algunas se habían marchado ya a casa y nos habíamos quedado solas una amiga y yo. Bailando, bailando, topé con alguien, y al girarme, le ví.

Moreno, fuerte, guapo y con una sonrisa que parecía un hechizo. Me pidió disculpas y yo le sonreí también; no sé cómo, empezamos a bailar y a hablar, tras las debidas presentaciones. En pocos minutos nos estábamos besando y pronto sentí sus brazos en torno a mi cuerpo, llevándome hacia la barra e invitándome a una copa, mientras sus amigos nos rodeaban, jaleándole. La situación me parecía divertida pero no a él, que me llevó al otro extremo de la discoteca para hablar a solas. Mi amiga, mientras, estaba ligando con otro chico. Tras algo de charla y baile, cerraron la discoteca y los cuatro salimos fuera, a sentarnos en la acera y compartir un porro.

Intercambiamos teléfonos y nos despedimos, yéndonos mi amiga y yo por un lado y él con el otro chico hacia el otro. Apenas minutos después de despedirnos, sonó mi teléfono: era él. Lo descolgué algo extrañada y me dijo: "Sólo quería comprobar que me habías dado tu teléfono de verdad".

Durante los días siguientes, me estuvo llamando con bastante insistencia; él trabajaba fuera de la ciudad de lunes a viernes así que tuvimos que esperar al siguiente fin de semana para vernos. Quedamos y pasamos toda la tarde charlando durante horas en un bar. Recuerdo que me preguntó cuánto tardé en llegar a mi casa aquella noche y al decirle que unos 20 minutos, se enfadó y me dijo que la próxima vez me acompañaría. También me preguntó si había hablado con el otro chico y si había quedado con algún otro durante la semana. ¿Quién iba a pensar que aquel tipo de preguntas y comentarios ya representaban una forma de control, en la primera cita oficial?

Pero era impensable. Era simpático y carismático, divertido, tenía mucha conversación y era muy cariñoso. Además, era guapo e inteligente. Era simplemente... perfecto.

Ten presente siempre una cosa: la perfección no existe.

El comienzo

Es difícil determinar el momento en el que comienza la situación, y paradójicamente, es lo que a la gente más le interesa. Puedes explicar la primera vez que te golpeó, o la primera vez que te hizo sentir mal. La primera vez que mintió, que te humilló, que te ignoró... pero, ¿cómo explicar en qué momento bajaste la guardia el punto de aguantarle cualquier cosa? No se puede concretar tanto, pues son una serie de situaciones que se concatenan de tal manera que no sabes lo que está ocurriendo y ni por asomo te imaginas las consecuencias que pueden llegar a tener...

Sinceramente, no puedo recordar en qué momento pasé de ser una chica enamorada de su novio, libre y feliz, a ser un ser vivo, casi ya sin humanidad, dependiente y tan vacía que en ocasiones creí que podría desaparecer en el aire. Sí recuerdo el primer golpe. Estábamos en su casa, con otras tres parejas, charlando y divirtiéndonos. Él me ofreció un beso y cuando fui a dárselo, retiró la cara riéndose, así que yo, en broma, le dí una suave colleja, a la que él respondió con un bofetón que hizo callar a todo el mundo. Yo, ingenua, al borde las lágrimas, le dije que me había dado muy fuerte, pensando que lo había hecho sin querer, pero él no dijo nada y se quedó mirándome orgulloso. ¿Los demás? Nadie dijo ni hizo nada.

Me levanté para marcharme de allí pero él salió tras de mí por el pasillo, agarrándome del cuello. Su hermano le detuvo y me obligó a meterme en un dormitorio, donde me senté a llorar en la cama mientras fuera escuchaba gritos y discusiones. Pensé en irme a casa de una amiga y ahí cometí uno de los muchos errores que encadené. En lugar de marcharme de allí, me quedé, porque no quería que él se enfadara conmigo.

Al cabo de un rato, uno de sus amigos me animó a regresar al salón, donde ví que dos parejas se habían marchado, y él me invitó a sentarme a su lado en el sofá. Yo obedecí sin rechistar y él me pasó el brazo por los hombros, pidiéndome perdón y preguntándome si le quería y diciéndome que me quería. Yo le perdoné y esa noche me quedé a dormir allí; incluso nos acostamos, hiriéndome él en un pecho de un mordisco, por cierto.

Ahora... ¿cómo llegué yo al extremo de aguantar aquella situación? ¿Cómo pude acostarme con él esa noche, volverle a besar, cuando hacía unas horas me había cogido por el cuello en el pasillo? Ése es el proceso más complicado de explicar, por mucho que intente recordar qué mecanismo se activó en ese momento, no logro dar con él. Y repito: es lo que la gente siempre dice: "¿cómo lo aguantaste? ¿por qué no te fuiste? ¿por qué le volviste a ver?".

Pues no lo sé. Aún no lo sé.

Inauguración

Hace unas semanas que me rondaba la idea de abrir este blog y por fin, hoy 1 de febrero, me he decidido a empezarlo y me he comprometido conmigo misma a mantenerlo actualizado y a divulgarlo. ¿Por qué publicar y divulgar unas experiencias tan desagradables? No es vanidad, ni tampoco una llamada de atención, ni victimismo, ni autocompasión. Sólo quiero intentar abrir los ojos de quien pueda llegar a leer esto, quiero poder ayudar a otras personas desde el punto de vista de quien ha pasado por una situación de maltrato y quiero sentir que algo tan horrible puede servir para algo positivo. Nunca sabes a quién llegan tus palabras y qué efecto pueden tener.

Hace tres años que escapé de la que ha sido hasta ahora la peor etapa de mi vida, que duró desde 2005 hasta finales de 2006; en esa época yo tenía 24 años. No voy a dar detalles acerca de mi condición social, económica, etc... ni tampoco las del hombre que me maltrató. No por ocultar identidades ni por vergüenza, sino porque no quiero contribuir a la estigmatización que sufren determinados colectivos de la sociedad en este sentido. Estoy convencida al cien por cien de que la clase social, la raza o el nivel económico no hacen a un maltratador.

Yo he sido un caso más de maltrato de los que no salen en las estadísticas: no denuncié y obviamente, no perdí la vida. Si ya nos escandalizan las cifras que vemos a través de los medios, ¿qué pasaría si todos los casos como el mío salieran a la luz? ¿Cuántas mujeres, hombres, niños están siendo golpeados, humillados, despreciados ahora mismo?

Nunca estaremos lo suficientemente concienciados...

Sobre este sitio

He creado este espacio para poder compartir las experiencias que tuve hace años, todas aquellas situaciones que viví, no sólo para que me sirvan de exorcismo, sino para que quien lo lea, intente comprender qué es lo que se vive cuando estás inmerso en una situación de maltrato.

Porque hay muchas barreras y obstáculos que superar todavía.

El primero y más importante, está en nuestra mente.

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